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viernes, 6 de octubre de 2017
Fragmento de la #novela "Palmas y Ombues" de Orlando #Vicente Alvarez.y tacuarembo
Fragmento de la #novela "Palmas y Ombues" de Orlando #Vicente Alvarez.
Fragmento de la novela "Palmas y Ombues" de Orlandcuaremboo Vicente Alvarez.
El bus iba con rapidez por la carretera que une a Montevideo con el departamento de Tacuarembó. Estábamos en verano y el calor y el olor a sudor eran sofocantes. Los pasajeros dormitaban o miraban aburridos el paisaje que transcurría a ambos lados de la carretera. Yo también observaba el panorama a mi izquierda, tapizado por verdes pasturas y ganado ovino y lanar. De vez en cuando la monotonía era rota por un ceibo amarillento bajo el cual se guarecían las vacas del ardiente sol.
Iñaqui Echevarría dormía a mi lado con fuertes ronquidos. Habíamos quedado que no durmiera durante el viaje para que sus malditos ronquidos no molestaran al resto de los pasajeros. Pero No. Con sus largas piernas y el cuello estirado parecía una locomotora a vapor averiada. Dicen que el que ronca durante el sueño es que esta en paz consigo mismo y tiene el espirito sosegado. Yo por mi parte no suelo dormir durante viaje alguno ya sea en bus, tren o el largo vuelo de los aviones. Debe ser que mis malditos espíritus están siempre inquietos y los de Iñaqui gozan de la paz del señor. Lo conozco bien y no es tan así: tiene mil demonios que lo atormentan.
El bus se detenía con frecuencia por el ganado suelto pastando a lo largo del trayecto donde la hierba era más alta y fresca. Se notaba que un chaparrón había azotado la zona, por los charcos y la pastura brillante
Después de casi cinco horas de viaje, que era el tiempo estipulado por Iñaqui, me sorprendió ver a mi izquierda un cerro no muy elevado. Blanco, por la piedra y el sol se elevaba sobre una colina. Me recordaba una pinga gruesa decapitada.
__ Ya estamos llegando a Tacuarembó__ Me dijo Iñaqui después de despertar por un codazo que le pegue. Miro en derredor y vio el cerro imponente.
Al fin. Me dije a mi mismo, después de cinco horas con el culo entumecido, en aquel viaje que me pasaba por los cojones.
Llegamos a la terminal de la ciudad capital del departamento. Lo primero que hizo Iñaqui fue buscar la cafetería. Era su vicio favorito: la comida. Lo otro era el sexo. Pedimos medias lunas gigantes con jamón, queso y mantequilla, regadas por coca cola. Ya saciado el apetito, nos avocamos a buscar un hotel o una posada (esta última era la preferida de Iñaqui por costos más bajos)
A unas cuadras de la terminal, preguntando, nos indicaron una. Pequeña y con un toldo en el exterior donde se sentaba un anciano canoso en bermudas tomando el frescor de la tarde. Era el dueño. Resulto que ya no había cupos. Al día siguiente habría un acontecimiento cercano. En Villa Ancina, localidad a unos 50 kilómetros de Tacuarembó se celebraría la festividad de la Virgen de Itati. Razón por lo que todo estaba lleno.
Publicadas por Orlando Vicente a la/s 06:23
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Etiquetas: fragmento, montevideo, novela, orlando vicente alvarez, tacuarenbo, viaje
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