sábado, 26 de mayo de 2018

uruguay es un pais con culpa-mediocridad

El imperio de los números 4min 2 Nº1970 - 24 AL 30 DE MAYO DE 2018 Por Andrés Danza Andrés Danza Una combinación de números es la que activa la alarma cada mañana para iniciar un nuevo día, identificado mediante un número en el calendario. Y con más números transcurre toda la jornada: los que diferencian los medios de transporte que utilizamos, los que cierran cada una de las compras que hacemos y los que surgen desde todos los rincones en diálogos, lecturas, pensamientos. Son los encargados de ordenar nuestra vida en sociedad pero también la personal, y son necesarios para que todo funcione de una forma orgánica, ordenada. La ausencia de ellos significaría el caos. Es inimaginable. Tratar de construir una escena de la vida cotidiana sin esas convenciones numéricas es como sacarle la lógica al mundo en el que vivimos. Está bien que así sea. No parece haber otra forma de organización posible que ese imperio de los números. Sean más o menos evidentes, en todos los ámbitos se imponen y en algunos incluso más que las palabras. El problema llega cuando, además de dominar el presente, se apoderan del futuro. No es un tema matemático: es político. Son los que toman las decisiones, en especial aquellas que involucran a miles de personas, los que deben rebelarse contra esa acumulación de números y probabilidades. La historia está llena de ejemplos desafiantes, de personas que fueron caracterizadas como locas por romper con el 1, 2, 3, 4 y que ahora, gracias al riesgo que asumieron, generaron un 1, 2, 3, 4 mucho mejor. Einstein, Newton, pero también Bill Gates, Martin Luther King, Gandhi o Los Beatles, por citar solo algunos ejemplos. Ninguno de ellos se basó en aquella antigua frase latina que dice vox populi, vox dei. Que el pueblo siempre es el dueño de la verdad y que la mayoría necesariamente tiene la razón, son reglas con las que muchas veces, demasiadas, se toman las decisiones importantes en Uruguay. Y lo que hay detrás no deja de ser solo una cosa: números. Eso no significa que las encuestas de opinión pública no sean fundamentales para el mejor desarrollo de la democracia y para tomar las decisiones más acertadas. No cabe ninguna duda al respecto. Brindar información y acceder a más datos siempre implicará avanzar hacia la madurez. Pero muchas personas que deberían asumir un liderazgo en serio en distintos ámbitos, y en especial en la política, lo están haciendo mal. Las encuestas sumadas a la idiosincrasia uruguaya suelen ser una combinación complicada. El país necesita desprenderse de ese apego a todo lo políticamente correcto, lo que quiere la mayoría, lo que marca la norma, lo que no genera demasiado revuelo. Uruguay es un país con culpa. Y la culpa se atraviesa en el camino de los que están a cargo. No hay nada que genere más culpa a los uruguayos que ir contra la corriente, tomar decisiones que causen revuelo, desplazar la mediocridad y la inoperancia que muchas veces se enquista en los lugares relevantes. Quizás los ejemplos más obvios son la seguridad y la educación. Todos coinciden en que la situación actual no da para más. Al menos así piensan los que verdaderamente piensan, los que son capaces de asumir la realidad sin el velo semitransparente de la ideología, que en algunos lugares es más densa que la niebla de Londres. ¿Por qué no llegan los cambios, entonces? ¿Por qué no se adoptan modelos que fueron efectivos en otras partes del mundo tanto en el combate a la delincuencia como en la mejora de los aprendizajes? ¿Cuál es el verdadero problema que logra apaciguar el obvio impulso compartido por dirigentes de todos los partidos políticos? Estas son las preguntas que desconciertan a la mayoría de los ciudadanos. Pero otras son las preguntas que se hacen los gobernantes: ¿y el costo político de intervenir en zonas muy sensibles y enfrentarse a sindicatos y funcionarios públicos? ¿Y si las medidas generan una revuelta social o un castigo electoral importante en las próximas elecciones? ¿Y las causas sociales de la delincuencia? ¿Y los motivos históricos de los asentamientos y de la violencia y de la droga? Todas ellas son interrogantes que despiertan la dosis perfecta de culpa que, sumada al imperio de los números de las encuestas, generan un liderazgo que se percibe como apenas una brisa en la penillanura levemente ondulada. Es cierto que la seguridad es uno de los principales problemas de Uruguay en estos días. Lo es para los políticos, los empresarios, los sindicalistas, los emprendedores, los líderes de opinión y muchos otros. Pero no se trata de la seguridad referida a la delincuencia, o no solo a esa. Lo que paraliza es la seguridad de los números. Quedarse en el camino de lo más aceptado, de lo que no generará olas, de lo que prefiere ese concepto tan poco claro de “pueblo”. En definitiva, quedarse en lo seguro. Y si el objetivo es hacer los cambios imprescindibles para mejorar la situación actual, entre la seguridad y la libertad, mejor la libertad. Es necesario que los que están a cargo —sea en el ámbito que sea— opten por actuar con la libertad que da el convencimiento primario, que no surge de asesoramientos y porcentajes, siempre relativos. Que aparezcan los que se muestran como son y actúan en consecuencia, sin elegir el corte de pelo o los gustos personales en función de “lo que quieren los uruguayos”. En ese camino pueden tener muchos aciertos y otros tantos errores. Pueden transformarse en dirigentes muy populares y también perder hasta el último de sus seguidores. Pero los tiempos actuales no son para jugar al empate. No parece haber demasiado espacio para las medianías. De lo contrario, los mismos números que les dan cobijo y seguridad, en poco tiempo serán los que les arrebaten el poder de decisión que hoy desaprovechan. ✔️ El principio de Peter http://www.busqueda.com.uy/nota/el-imperio-de-los-numeros?platform=hootsuite 2 Recomendaciones

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