CALVARIO EN EL HOSPITAL Y EN LA ENFERMEDAD 2018
CRISIS EN HOSPITAL DE MALDONADO. URUGUAY.
Ayer había amanecido con una lluvia torrencial, pensé que a esa hora de la madrugada habría pocos pacientes en Hospital de Maldonado. Pero no, existían grupos de dolientes que esperaban en Emergencia la llamada por un altavoz casi mudo.
Fui a llorar a la amable Cardióloga que hacía le ecocardiografía y le expliqué que me faltaba el aire al caminar media cuadra y que era Diabético Tipo I. Sin apiadarse de mí me envió a sacar turno en emergencia pues ella tenía que salir rápido a una boda o cumpleaños bajo la lluvia, última moda en la clase media.
Le dije que yo sabía lo que tenía y que en emergencia- después de esperar varias horas, me bajaban la glicemia y me darían algún medicamento para el corazón que ya sospechaba que en farmacia no existía.
Primero me mandó a una de las ventanillas que era como la 17 o la 5, cada una de las muchachas te enviaba a la siguiente, para decirte que si no tenía un pase de Medicina general o de la Diebetóloga o de la Cardióloga no podían hacer nada.
Miré la cantidad de burócratas mal pagadas- aun las que estaban resguardada bajo el cristal, a la derecha de la entrada del Hospital y que chismeaban divertidamente sin atender ninguna queja.
Fui al Laboratorio y una paciente joven, por llegar algo tarde a su turno por la lluvia, no la quisieron atender. La mujer en un arranque de rabia desgarró las indicaciones de los análisis delante de todo el mundo. Aquello era un escándalo pero los demás dolientes no dijeron nada. Y allí quedó el ripio de los papeles hasta que las ayudantes de limpieza- ojo, tener cuidado a cómo te referís a estas pobres mujeres mal pagas- como indicadores indirectos del maltrato que sufrían los pobres pacientes.
Para pasar por el pasillo del Laboratorio había como 3 Segurities que preguntaban hacia donde uno se dirigía, se conformaban con la palabra de destino sin comprobar si uno llevaba un coctel molotov escondido bajo las ropas y lo iba a hacer estallar dentro del Nosocomio.
Hay tantas mujeres tras ventanillas, más otras que se encuentran detrás de ellas, que creo que sobrepasan al personal médico y paramédico.
Hay un exceso de burocratismo insano. Entran a trabajar por amiguismo o concurso. No sé.
Los siquiatras parecen haber sido expulsados hacia la periferia como San Carlos y el Vigía. No tienen, algunos de los enfermos mentales, ni boletos para el transporte. Alguno de las enfermedades leves psiquiátricas ya ameritan que los ingresen en el Vilardebó por lo mucho que sufren en esos viajes.
Habia un psiquiatra de pelo canoso, sin peinarse y mirada extraviada, anciano, que ya debía estar tranquilamente jubilado y rumiando y recordando todas las pesadillas que les provocaba al dar tanto electroshock. Yo pensé que era un paciente escapado del Vilardebó, Pero seguía dando consulta y repitiendo medicamentos al pobre pueblo que más sufría. El pobre Doctor ya debían haberlo retirado. A los pacientes con síndrome de “temor moderado al mundo” escapaban corriendo del consultorio al ver al anciano hasta media cuadra donde caían ya curados del miedo, esa era la mejor terapia.
Otro Doctor de Medicina Interna con edad de retiro a quien uno le explicaba una anamnesis correcta de su padecimiento y él sin mirar la computadora decia con voz agria ¿Qué medicamentos necesita? Y Uno quedaba paralizado ante esta respuesta.
Las enfermeras parecen bien enseñadas y tratan con amor a los pacientes en curaciones y en emergencia, pero las doctoras parecen estudiantes malas practicantes de la carrera de medicina y no saben casi nada. Solo atender a los más traumatizados y que ante heridas grandes y mucha sangre, pierden el conocimiento.
Las señoras de farmacia son amables al decirte que ciertos medicamentos de uso crónico e impresencidibles no se encuentran en existencia. Así que los diabéticos, epilépticos y cancerosos se quedan por semanas hasta que el laboratorio madre los provea y desaparecen enseguida de farmacia ante la demanda del pueblo.
Por eso te envían a la ventanilla No. 7 para que la chica te pregunte si opta por una cremación o un entierro normal. Y los ancianos, resignados se van a casa a esperar que Dios se los lleve si antes no llega el medicamento al hospital.
Hay una mujer farmacéutica que parece que al maquillarse antes de ir al trabajo come un pedazo de puerco fresco para que sus labios estén iridiscentes como Dios manda y es una de la más vieja en la Farmacia, trata a los pacientes con la sequedad que se merecen esos ancianos que no pueden con su alma y sin un medicamento que está en falta.
La de los labios sanguinolentos a medida que estos se los va secando y se le quita el disfraz se pone de mal humor pues enseña su verdadera alma. Le tengo terror, porque temo que rompa el cristal y devore mi cara como un caníbal y así sus labios recuperen el color rojo intenso.
Pero lo peor es el burocratismo que practican en las ventanillas de cristal donde envían a los ancianos desorientados de una a otra, haciendo a veces colas interminables. Para decirles que se equivocaron de ventanilla, que es la 2 o la 5 o la 10, y al fin los ancianos terminan golpeando la puerta del baño a ver si lo atienden o si hay alguien seminconsciente lo trate correctamente.
Sé que personal administrativo está mal pago y que eso se refleja en sus semblantes de mujeres frustradas. Debían agarrar otro trabajo porque en la Salud deben tener una sensibilidad especial para tratar a los pacientes, que no van por diversión, sino en busca de ayuda. Excepto cuando la acompañante del doliente va vestida de mujer adinerada entonces sus voces se dulcifican y atienden bien o dan una dulce explicación al familiar.
Ya escribí un cuento sobre la Diabetóloga, que trata bien o mal, según su depresión está en alza o baja o que su marido que le de mantenimiento de vez en cuando.
Escribo un cuento sobre ella, claro que sin su nombre, titulado “La Arpía con Bata Blanca”
Tenemos que ayudar al Hospital de Maldonado a suplir sus carencias, sobre todo respeto a la dignidad del paciente. No sé si el Director sabe de estas cosas o las sabe y no puede hacer nada,
Y sobre todo, darle una paga digna a su numerosa burocracia y a sus amables enfermeras.
DR ORLANDO VICENTE ALVAREZ
CUBANO URUGUAYO
GENIO